El Muro
Sartre, J.P.
El Muro - 1a. Ed. - México: Época, s/f. - 292 p. ; 18 cm.
“El muro” es un cuento y a la vez el nombre de una antología, que reúne –como en el caso de mi edición-, títulos como “La cámara”, “Eróstrato”, “Intimidad” y “La infancia de un jefe”, y conocer sobre la postura filosófica de su autor, los interrogantes que ha tratado de responder a lo largo de su vida y las coyunturas que debió sortear como escritor sin dudas que enriquece nuestra lectura, pero no tiene nada que ver con la sensación que nos dejará al terminarlo.
Un ambiente desolador integrado por figuras opresoras, sin ubicación precisa ni futuro certero es el escenario de “El muro”, una historia que centra la atención en la existencia de un hombre tomado prisionero, quien se cuestiona de principio a fin de qué sirve estar en esas circunstancias.
Privado de todo, y acompañado por personas que desandarán el mismo final que él, siente que la conclusión de sus días no tardará en llegar, y está dispuesto a cerrar su paso por este mundo reflexionando acerca de las contingencias que lo llevaron ahí.
“Me preguntaba si se sufriría mucho, pensaba en las balas, imaginaba su ardiente granizo a través de mi cuerpo”, escribe Sartre, y en cada párrafo, en cada frase, en cada palabra, el autor hace uso de la literatura para tratar de entender si sirve de algo estar vivo. Estar vivo ahí en ese calabozo, en la voz de un personaje ficticio, pero también en todos y cada uno de las situaciones que nos presenta el destino.
“Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: Es una maldita mentira. Nada valía puesto que terminaba. Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso”.
El Muro
El Muro - 1a. Ed. - México: Época, s/f. - 292 p. ; 18 cm.
“El muro” es un cuento y a la vez el nombre de una antología, que reúne –como en el caso de mi edición-, títulos como “La cámara”, “Eróstrato”, “Intimidad” y “La infancia de un jefe”, y conocer sobre la postura filosófica de su autor, los interrogantes que ha tratado de responder a lo largo de su vida y las coyunturas que debió sortear como escritor sin dudas que enriquece nuestra lectura, pero no tiene nada que ver con la sensación que nos dejará al terminarlo.
Un ambiente desolador integrado por figuras opresoras, sin ubicación precisa ni futuro certero es el escenario de “El muro”, una historia que centra la atención en la existencia de un hombre tomado prisionero, quien se cuestiona de principio a fin de qué sirve estar en esas circunstancias.
Privado de todo, y acompañado por personas que desandarán el mismo final que él, siente que la conclusión de sus días no tardará en llegar, y está dispuesto a cerrar su paso por este mundo reflexionando acerca de las contingencias que lo llevaron ahí.
“Me preguntaba si se sufriría mucho, pensaba en las balas, imaginaba su ardiente granizo a través de mi cuerpo”, escribe Sartre, y en cada párrafo, en cada frase, en cada palabra, el autor hace uso de la literatura para tratar de entender si sirve de algo estar vivo. Estar vivo ahí en ese calabozo, en la voz de un personaje ficticio, pero también en todos y cada uno de las situaciones que nos presenta el destino.
“Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: Es una maldita mentira. Nada valía puesto que terminaba. Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso”.
El Muro