Guzmán : elipse de una ambición de poder
Tipo de material:
Tipo de ítem | Biblioteca actual | Colección | Signatura topográfica | Estado | Código de barras | |
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Colección Simon Bolivar | Libros | CSB 987.06 D542g (Navegar estantería(Abre debajo)) | Disponible No Dañado Disponible (No Restinguido) Dañado | 2019-0003 |
Un medio día cualquiera del año de 1937, reunidos en los jardines de un club caraqueño, tres escritores venezolanos comentábamos los acontecimientos políticos que a la sazón conmovían a nuestro país. Una vez más en nuestra historia el péndulo de que habla Gustavo Le Bon parecía oscilar del despotismo hacía la anarquía. Uno de los presentes mencionó el nombre de Antonio Leocadio Guzmán, y en el coloquio desfiló entonces el abigarrado “film” de la democracia venezolana.
He aquí, a grandes rasgos, el giro del diálogo:
Escritor primero: -Antonio Leocadio pugna por reencanar en nuestros días. Los viejos y conocidos métodos de agitación política se ponen de nuevo en vigencia, y una vez más oímos vocear en las plazas públicas los ideales de libertad y de felicidad colectiva de que se supone repletos a los agitadores. Lo lamentable en esto es que haya todavía gentes que crean en la sinceridad de tales voces.
Escritor segundo: -Sería injusto negar que la de Antonio Leocadío es una gran. figura de la historia de Venezuela. Es el primer caudillo civil de la democracia venezolana.
Escritor primero: -Nadie lo niega. Lo malo está, no en reconocer a los hombres sus valores adjetivos, sino en confundir estos valores con el proceso dialéctico de la nación. Es decir, en prescindir del análisis crítico del proceso y poner en el mismo rasero las ambiciones de un pueblo y las de un individuo. El héroe no es tal héroe únicamente en la medida de su bravura o de su astucia, sino en cuanto estas cualidades coinciden con su desinterés.
Yo guardaba silencio. Confieso que entonces sólo poseía un conocimiento superficial del “Viejo Guzmán” y de los hechos en los que intervino, razón por la cual compartía ciertas opiniones consagradas por el convencionalismo político que rodea a nuestra historia. Desde aquel momento hice el propósito de estudiar la figura del discutido político, y a medida que me internaba en esta pesquisa comprendía mejor ciertos hechos fundamentales de nuestro proceso histórico. Lo primero que llamó mi atención fue el sentido de relación temporal y moral que existe entre el padre y el hijo. En realidad, la personalidad de Antonio Leocadio Guzmán carecería de significado dialéctico si se la separase dada de Antonio Guzmán Blanco, y, viceversa, la de éste quedaría incompleta si la de aquél no hubiese existido. Es, unidas las dos en el tiempo y el espacio históricos, como realizan un esquema ejemplar del carácter venezolano. El uno, primero, y el otro, después, resumen y sintetizan la fuerza espiritual de su tiempo, y cuando Ia personalidad del padre hace crisis par falta de decisión para realizar en si misma el ciclo del caudillo integral, surge la del hijo para corregirla y complementarla.
De ahí Ia razón del título de este libro. Los dos Guzmanes constituyen, en nuestra etapa republicana, una sugestiva elipse histórica: son dos focos de una misma ambición de poder.
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