En la juventud de Simón Bolívar hubo una mujer que fue su amiga y confidente. Se llamaba Teresa. A ella y no a Fanny Du Villars, como se ha venido diciendo, escribió, en Paris, aquella carta íntima y dramática en la que le habla de las penas y del abatimiento en que se encontraba, después de la temprana muerte de su mujer, Maria Teresa Rodriguez del Toro y Alaysa, y del cambio operado en su espíritu gracias a los consejos y advertencias de su amigo y maestro Simón Rodriguez, En esa carta le dice Bolívar 3. Teresa: “Me obligaréis a deciros lo suficiente para satisfaceros respecto al pobre chico Bolívar de Bilbao, tan modesto, tan estudioso, tan económico, manifestándose la diferencia que existe con el Bolívar de la calle Vivienne, murmurador, perezoso y predigo? ¡Ah! Teresa, mujer imprudente, a la que no obstante no puedo negar nada porque ella ha llorado conmigo en los días de duelo. ¿Por qué queréis imponeros de este secreto ?”